Malecón de La Habana, Siglo XXI |
El daño que la familia Castro, sus seguidores
y admiradores y el proceso que todos los cubanos hemos, de una manera u otra,
soportado, le ha hecho un daño a la nación cubana de proporciones incalculables,
ya se están viendo las consecuencias.
La destrucción de la economía, de la
infraestructura, de ciudades y pueblos, del ecosistema no son tan importantes
como el daño moral, educacional, el cambio de valores éticos, cívicos, o mejor
dicho, su destrucción.
La población ha aprendido cosas aberradas y
destructivas. Durante tantos años de esclavitud han llegado a la conclusión de
que por medio del trabajo no se consigue mejorar la vida sino todo lo contrario
porque han estado trabajando por salarios de miseria con la promesa de
gratuidades que no llegan a nada, porque la salud pública se empeora
constantemente y la educación casi ha desaparecido por completo, sin contar que
los cubanos de a pie son incapaces de satisfacer necesidades elementales como
comprar papel higiénico, jabón, comida, a precios razonables en concordancia
con los salarios que ganan, para no hablar de comprar otras cosas, también
necesarias, como vehículos, ventiladores, refrigeradores, cocinas o pintura
para la casa, si es que tienen una casa, pues el hacinamiento, la falta de
viviendas es otro problema serio que no ha habido un país comunista capaz de arreglarlo sino que se ha empeorado en todos estos países. Entonces, la población cubana lo que
ha aprendido es que trabajando no se llega a nada y eso está mal, también han
aprendido que la propiedad común no es propiedad, y esto es cierto, y con la
supuesta revolución educativa, donde frases como "gracias", "por
favor", "buenos días", "por nada", se convirtieron en
símbolos burgueses, la violencia en las maneras y la chabacanería devinieron norma
y toda la población ha sido arrastrada a la grosería y la mala educación, la
falta de refinamiento y cultura, porque, y esto no es nuevo en Cuba, la buenas
maneras podrían interpretarse como "debilidades" de género o de
carácter.
El camino que le queda a Cuba por recorrer
para convertirse en nación es largo y agreste. Sólo el civismo y la
intolerancia ante lo mal hecho y la grosería nos sacaran del profundo y oscuro
hueco donde nos hemos sumergido por nuestra propia voluntad y eso amigos míos
es lo peor, que todos tenemos la culpa de lo que nos pasa, unos por hacer y
otros por no hacer y dejarse llevar.
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