Israel Hernández |
El trágico incidente en
que resultó muerto un joven colombiano constituye sin duda una triste pérdida donde veo una
lejana similitud con el caso de Trayvon Martin.
Este muchacho, Israel Hernández, aspirante a
artista profesional, emprendedor y desorientado, me da la impresión que no era muy influido por el
control paterno, la orientación filial, estos no fueron lo suficientemente claros y convincentes como para enseñarle a este adolescente que vandalizar la propiedad de
otros es irrespetuoso, desconsiderado y sobre todo, en caso de que nada de esto
le importe, por lo menos saber que el vandalismo es ilegal y está sujeto a consecuencias si se es descubierto por los agentes
de la ley, al igual que no detenerse al llamado de un policía también representa una contravención y abalanzarse contra los agentes de la ley es lo
más loco que se le puede ocurrir a alguien.
Un joven alegre, con ansias de sobresalir con
sus sueños, una familia destruida con un dolor profundo, una sociedad cada vez más
permisiva, cada vez más egoísta, desconsiderada, malcriada, inmadura y blandengue
que se pudre y donde decir la verdad es una incorrección política. Una sociedad donde Basquiat se hizo famoso
sólo por maltratar propiedad ajena y sus vicios, porque de verdad, que alguien me diga dónde
está el gran valor artístico de sus cosas, (yo no lo veo ni me lo han podido demostrar, me parece que está sobrevalorado por ser el amigo de Warhol). Una sociedad donde nos quitan los
zapatos para pasar por la aduana pero no se atreven a
levantar una burca para ver un rostro.
Una sociedad donde los hijos no se pueden
educar sino que se tienen que soportar, donde tampoco hay tiempo para educarlos o los
educadores no fueron educados ellos mismos en su momento.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre y
está bueno ya de confundir la libertad con el libertinaje.
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