Cuba y sus cayos |
A pesar de que se ha escrito y hablado mucho
sobre lo nocivo, malsano que ha sido Castro y su régimen para Cuba, poco se
sabe fuera de los círculos de cubanos exiliados y poco se cree, el mundo oye lo que quiere oír y ve lo que quiere ver, ciego y sordo ante la injusticia y la destrucción en que Castro ha sumido a Cuba, porque los cubanos somos eso,
cubanos, y Cuba es una islita que producía azúcar y tabaco, la primera engorda
y el segundo da cáncer, hoy quiero hablar brevemente del daño al ecosistema
desde mi posición de cubano, de observador, de testigo, y contribuir de alguna
manera a preservar la memoria histórica, incentivar el estudio y la
investigación para demostrar lo nefastos que han sido el comunismo y Castro
para Cuba y el mundo.
He sabido por testigos presenciales, un
dirigente del ministerio de comercio interior cubano durante los años sesentas
y setentas, un campesino y un obrero portuario, que Cuba le vendió a la UniónSoviética, en las décadas mencionadas, millones de toneladas de tierra, se
llenaron barcos enteros con sacos de nylon llenos de tierra cubana con un
rótulo que decía: "Tierra comprimida". Desconocemos qué hicieron los
rusos con la tierra y nos imaginamos que hizo Castro con el dinero.
En los años ochentas y noventas los cayos cubanos fueron poblados con monos africanos, por deseo y órdenes de altos jefes del ejército, entre otros Guillermo García Frías, campesino y traficante de
marihuana de la Sierra Maestra, las montañas del oriente cubano, antes de 1959, devenido general por obra y gracia
del terrorismo castrista. Para qué quieren los monos o qué piensan que pueda
pasarle a un ecosistema que nunca ha visto un depredador tan voraz y
evolucionado, no lo sabemos, pero el cambio no es bueno y sus efectos más
negativos están todavía por verse. Esto lo supe por un oficial de rango medio a
cargo de parte de la operación de introducir los monos en la cayería y por un electricista
que vio los monos, cuando su brigada de trabajo hacía arreglos en casas de descanso construidas en
los cayos para vacacionar los generales y sus familias.
Alguien cercano que trabajó para unidades
militares que se encontraban en El Calvario, un pueblo de La Habana, me contó
que todos los desechos del ejército se vertían en cuevas de la zona que son
parte del sistema de cuevas de las Alturas Habana Matanzas, y cuando se
llenaban eran selladas, igual hacían huecos para el mismo propósito, la
población de murciélagos de esas cuevas desapareció y las plagas de insectos y
arácnidos se han multiplicado hasta proporciones catastróficas para cultivos y
otros animales incluidos los pobladores.
Los barcos de petróleo, sobre todo los
soviéticos, podían limpiar sus cisternas en el litoral cubano con la anuencia
de la dictadura. Recuerdo los trozos de chapapote, las manchas de aceite, los pedazos de una melcocha de petróleo negra, grasosa, pegajosa y apestosa
ensuciando las playas Santa María, Guanabo y las costas de la ciudad.
Por último y para no seguir con una lista
inmensa, les cuento que en el patio de mi casa en el barrio Miramar de la capital, teníamos
una planta de Papaya, fruta que en La Habana se rebautizó como Frutabomba porque su nombre original se empezó a usar para nombrar una fruta más dulce. El
caso es que teníamos la mata de papayas y con el tiempo se puso vieja y murió.
Al cabo de los años quise plantar el mismo frutal, conseguí las semillas, las
sembramos en el mismo lugar y en poco tiempo salió la matica que creció hasta
llegar a dar papayas que ilusionados recogimos cuando maduraron y para sorpresa
nuestra, cuando las abrimos, las frutas tenían dentro una masa rara y oscura,
incomible. Le pregunté a un jardinero amigo que me dijo: "… hace rato que
aquí en La Habana no se pueden sembrar esas frutas, la tierra está contaminada…"
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