Raúl Castro le ha otorgado el título de presidente de Cuba a Díaz-Canel, un oscuro personaje de verbo
"combativo y antiimperialista", de mente rígida y simple que reproduce amplificando el discurso de sus amos y
profesores, los hermanitos Castro.
Diaz-Canel no es
un personaje que representa un cambio en la política de la tiranía, es un peón
más en el surrealista y arruinado tablero de ajedrez cubano donde existe un solo rey que ya
murió y una reina, Raúl Castro, que se está retirando no por gusto, sino porque
la naturaleza es inexorable; las fichas blancas y negras pueden dividirse entre
los peones civiles y los peones militares.
El verdadero
poder será transferido a los alfiles y caballos, que son los hijos de Raúl, y quién sabe a qué
torre.
Díaz-Canel es una figura de cartón, desechable, que
permanecerá en la posición de presidente si se porta bien y demuestra una
ausencia absoluta de razonamiento y una total sumisión a los amos de Cuba, la
familia Castro, y será depuesto cuando necesiten un chivo expiatorio al que acusar por lo mal que le va al país, porque el desastre que es Cuba es
responsabilidad única de los Castro pero ellos siempre se han valido de peones de
cartón a quienes culpar de vez en cuando de dicho desastre.
Lo único que veo
positivo en este simulacro de cambio es que Díaz-Canel y quien venga después ni es Fidel ni es Raúl
Castro y ya sabemos que el socialismo es inoperante, ineficiente, absurdo e
inhumano y termina implosionando y transformándose en capitalismo más tarde o más temprano, de forma pacífica o violenta, porque la naturaleza es inexorable.
Ya murió el rey y se está retirando la reina, ya quienes tomarán La
Bastilla cubana caminan entre las ruinas castristas.