Wednesday, November 30, 2011

Comentarios a la entrada: "Huevos Benedictinos". Cómo una receta de cocina se convierte en una discusión política entre cubanos.

(Se ha respetado la ortografía original)

9 Comments

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Anonymous Anonymous said...
En cuba lo dejamos en ; -huevos cosidos -huevos fritos -huevos en tortilla -huevos revueltos total pa que complicarse con recetas sofisticadas si la mitad de los ingredientes ni estan ni se les conose. boy
November 28, 2011 2:57 AM
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Anonymous Anonymous said...
En Cuba no hay arreglo, lo mejor es empezar por mejorar la ortografia, despues la sumision y el miedo y despues la vagancia, ya se pasaron 50 annos mas, no hay arreglo, como le vamos a pedir a cualquier animal que entienda y sienta gusto y placer por las cosas bellas y sofisticadas, si los unicos sentimientos que se les han permitido a los cubanos es la envidia y el odio? Saludos Cualquiera
November 28, 2011 8:54 AM
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Anonymous Anonymous said...
1er comentarista, mejor no generalize, diga que ud lo deja en eso, pero no Cuba, porque yo en Cuba esde chiquito, me servian con todos los cubiertos y tenia entrada, segundo y postre cada vez que podiamos y recetas criollas se servian junto a recetas sofisticadas y lo mismo escuchabamos al Benny que a Mozart, asi que mejor dejelo en su mundo y no en el mio y saque la palabra Cuba a la hora de expresar su criterio. Gracias, Francisco Rivero
November 28, 2011 9:24 AM
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Anonymous Anonymous said...
La verdad que en Cuba no hay ni donde caerse muerto, el HP en jefe acabo con CUba y los cubanos, pero no por eso vamos a dejar de conocer y aprender cosas nuevas cada vez que podemos, y si estamos fuera, pues mejor todavia. Ese huevo no lo conocia y lo voy a probar en el primer restaurante que me lo encuentre, porque hacerlo, no los hago ni fritos gracias a La Segunda Rueda. Gusano 100%
November 28, 2011 11:54 AM
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Anonymous Anonymous said...
tu escucharias mozart y al benny comiendo bien pero la mayoria de los cubanos un solo plato y oyendo el rugir de su estomago,ademas no sabia yo que el chicharo ,la carne rusa y el spam era comida criolla . boy
November 28, 2011 1:08 PM
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Anonymous Anonymous said...
boy: No es un problema de lo que te comes, sino de como lo comes, lo fundamental es que no te conviertan en carnero. Que te quiten la comida no quiere decir que te limites a un huevo y un chicharo en tu mente, porque tienes que saber que hay otras cosas, y uno siempre tiene que querer superarse. Si tu consideras que tu mundo es ese y no te interesa agrandarlo, estas en todo tu derecho, pero no metas al resto de Cuba en tu saco, porque conozco mucha gente que se quiere superar y que si sabe de muchas cosas y de cultura en general, incluida la culinaria y el hecho de que no les permitan viajar no les impide saber del museo del Louvre o de un Steak Tartare, ni les pueden prohibir que piensen en eso y deseen poder visitar Italia y navegar en una gondola o comerse un queso en Paris o tomarse una cerveza en Alemania. Si tu quieres quedarte en el revoltillo y el refresco instantaneo, felicidades, yo no, ni mis amigos tampoco y lo unico que te he dicho es que las generalizaciones no son buenas, que hambre se ha pasado toda la vida en la historia de la humanidad, ahora es que la gente no pasa hambre, solo en Cuba y Africa se sufre ese mal como endemia y epidemia. Saludos, Rivero
November 28, 2011 2:28 PM
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Anonymous Anonymous said...
definitivamente tu vas por un camino y yo por el otro ,eso de superarse en la parte culinaria estoy muy de acuerdo ,es mas yo no pasaba hambre en cuba porque comia comida de hoteles desde pequeño con esos 3 platos y mas ,encima diversos menues,me referia a que en cuba aunque quieras no puedes yo se que estando ya fuera si que nos superamos la mayoria (culinariamente) porque la minoria sigue en el cubaneo de siempre ,un saludo . boy
November 28, 2011 2:41 PM
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Anonymous Anonymous said...
Sr Rivero, muy de acuerdo con Ud pero desgraciadamente, el primer comentario es tan solo un reflejo de en lo que se ha convertido la nacionalidad cubano y los cubanos, aunque hayan algunos, que como Ud, se salgan de la norma. Saludos Cualquiera
November 28, 2011 6:29 PM
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Blogger La Segunda Rueda said...
Muchas gracias a todos por sus comentarios, todos acertados. En realidad no veo ninguna diferencia en la idea central de estos, están de acuerdo en mi opinión. En nuestra Cuba hay pobreza generalizada y poco tiempo para cosas que no sean la mera supervivencia. Nadie puede levantarse descansadamente a preparar unos huevos (que lo más seguro no tienen, ni los huevos, ni la receta, ni la internet) con unos ingredientes cuyos nombres parecen más la raza de un perro que la denominación de una salsa. También es cierto que hay muchos que no se dejan vencer por el sistema abusivo y mediocre que les han impuesto y siguen aprendiendo cosas nuevas y tratando de cambiar su realidad de una manera o de otra. Es tan solo una receta de unos huevos que disfruto comer de vez en cuando y quiero, en la misma medida que digo la verdad sobre Cuba y el gobierno tiránico impuesto en nuestra patria por la familia Castro, asesina y esclavista, compartir cosas agradables con ustedes. Muchas gracias y espero que disfruten esta receta y se aventuren a probar otras nuevas y raras. ¡¡¡Suerte!!! (Los huevos son Benedictinos o Benedict en inglés, que me había faltado la T. Publicaré como un "post" estos comentarios)
November 29, 2011 7:54 PM

Tuesday, November 29, 2011

American Airlines, el sindicato y la bancarrota.

American Airlines, otra empresa que emplea miles de personas, acogiéndose a la bancarrota por culpa de las fracasadas negociaciones con el sindicato de los pilotos, que quiere más de donde no hay. Otra empresa privada sucumbiendo al poder sindical que fuera de control termina matando a la gallina de los huevos de oro. Ojalá no pase, ojalá el sindicato y los grandes ejecutivos de la empresa dejen su avaricia a un lado y los empleados no sufran, que son los que siempre terminan pagando los platos que no rompieron.

Sunday, November 27, 2011

Huevos a la Benedictina. Para un desayuno delicioso

                                                                                                           

INGREDIENTES:

2 english muffins 
                                   4 tajadas de tocino canadiense, 6 huevos 
                     2 cucharadas de vinagre blanco 
                                     200 gr  de mantequilla derretida, 1/2 limon 
                      1/2 cucharadita de mostaza dijon
                 Salsa Inglesa Worcester, Sal 

Modo de Preparacion:

Colocar en la hornilla una sartèn con agua, sal y vinagre blanco. Cocinar cada huevo, uno por uno. Romperlo y colocarlo en el agua hirviendo hasta que cuaje (por aproximadamente dos minutos). La clara debe quedar dura y la yema blanda. Cuando estè listo, escurrir el lìquido con una espumadera. Colocar una rebanada de tocino canadiense encima de cada muffin, colocar los huevos sobre el tocino. Finalmente, añadir una y media cucharada de salsa holandesa. Adornar con perejil.

SALSA HOLANDESA:

2 yemas de huevo
1 barra de mantequilla sin sal, de 200 gramos
1/2 limòn (el jugo)
1/2 cucharadita de Mostaza Dijon
Sal al gusto y unas gotas de Salsa Inglesa Worcester

Colocar en el vaso de la licuadora 2 yemas de huevo, el jugo de limòn, la sal, la mostaza y la salsa inglesa. Calentar la mantequilla en una olla para que se derrita. Se enciende la licuadora y se agrega, poco a poco, la mantequilla derretida, hasta que la salsa espese.






Friday, November 25, 2011

CUBAN TOURIST ATTRACTIONS (Email original)

SIGHTSEEING BUS
 PARQUEO DE CUENTAPROPISTA
CUENTAPROPISTA EN BANCARROTA

CUBAN HIGH DEFINITION TV
WARNING

Bolsas de plástico con tapa
ADVERTENCIA DEL COMITE
DESAFÍO

EL EL MURAL DEL ISA
CUBAN SPEED RADAR
SALSA DE TOMATE " DE EL MONTE"
CUBAN CHEF PROFESSIONAL STOVE
 EN ESOS DIAS DEL MES...


CUBAN AUTO STOP

 CUBAN CANDELABRAS


 VELAS AROMATICAS: KEROSENE SPRING COUNTRY


VALVULA DE ALTA SEGURIDAD
CUBAN BATEA, IMPROVED VERSION
CUBAN BEAUTY SPA
Violating the Hearing Impaired Act


CUBAN RV/ MOTORHOME
TRICICLETA

Heartbreaker. Led Zeppelin (La mejor banda de Rock del mundo mundial)

Aquí tengo tu cigarrito   

4 son las mejores: Beatles, Zeppelin, Queen & Metallica. Aunque los sabiondos saquen a Queen y tan solo por la pajarería, parece que no se han fijado en McCartney o Plant, y pensar que estamos en el siglo XIX!!!

Thursday, November 24, 2011

Poesía en Movimiento. Eleanor Powell y Fred Astaire. HAPPY THANKSGIVING!

 Eleanor Powell era demasiado buena, Fred Astaire no la eligió como pareja de baile nunca más, consideró que no le era beneficioso. Es en el año 1940 y el narrador es Frank Sinatra que dice "we will not see the likes of this again."  (Se filmó con una sola cámara, una sola toma y sin editar)

Tuesday, November 22, 2011

Elecciones en Europa o El Desarrollo en Vías de Desarrollo o La Segunda Velocidad Europea.

 Berlusconi (Recomendamos no ver el video si es impresionable o se ofende con facilidad)
Zapatero
                                           

¡Adelantemos elecciones, atrasemos pagos, pidamos más préstamos, votemos por socialistas mientras no se den cuenta los otros, votemos por los que saben cómo funciona el mundo cuando ya no importa quién se entere que no queremos trabajar y todavía vivimos en casa de los papases, porque le debemos a las 11,000 vírgenes, no vamos a pagar y encima, culpamos a los que no tienen la culpa, sigamos soñando con el comunismo que trabajar es muy aburrido, es más divertido vivir tocando la guitarra y dibujando garabatos en un papel o contando el cuento de la buena pipa y quejándonos de que nadie paga por nuestras creaciones y que todos son unos incultos y solo por eso deberían subir todavía más los impuestos. Y ocupemos las plazas para que sepan lo indignados que estamos, que el capitalismo recupere un poco las finanzas y volvamos al frente de batalla para derrocarle. A conquistar el paraíso! 
Papandreou
Y a Estados Unidos también le está quedando el sayo. 
Hussein

Sunday, November 20, 2011

Una Escalera al Cielo. Capítulo 3ero. Dr Manuel Villaverde

Los días no eran muy diferentes en la nueva unidad, un poco mas sedentarios, más lentos, siempre con un machete en la mano para aparentar que hacíamos algo, a los militares les gusta tener a la gente ocupada en cualquier cosa, mientras más inútil mejor, y el machete era una buena coartada, siempre había yerba que cortar, y si no la había la inventaban, o pintar con lechada un árbol o el contén de la acera, cualquier cosa que te alejara de ti mismo, de tus pensamientos. Guardias todo el tiempo, era una unidad de combate, lo que quiere decir que era lo peor de lo peor y yo soñando con
un milagro que vino en la forma del amigo de mi hermano, cuando lo vi el alma me volvió al cuerpo, él lo tenía todo arreglado. 
Se bajó de su carro, él era director de no sé que, caminó hacia mí, algo tenía que tener resuelto, lo habían dejado entrar a la unidad, me saludó.
—Yoandri, ¿cómo está la cosa?
—Aquí, mirando y dejando. No es jamón.
—No, no lo es, yo pasé por eso cuando de verdad la cosa estaba mala, ahora la tienen fácil, los albergues ya están hechos, y la contrarrevolución más controlada.
“¡Qué clase de comemierda el tipo este!”, pensé, “¿De dónde lo sacó mi hermano?”
—Tengo noticias para ti, una buena y otra mala. ¿Cuál te doy primero?
¿Pero hasta dónde le llega el mojón que se está jamando el loco este, tú?
—La que usted quiera, de jodio pa’lante no hay más pueblo.
Me regaló una risita forzada y disparó, rápido, como una ametralladora:
—No te pude resolver nada, esta gente no entiende, y el Teniente Coronel amigo mío ya no está aquí.
Me lo sospechaba, pero a todas estas, ¿qué es lo que me iba a resolver si en esta unidad hasta el jefe está “aruñando” la tierra?
—Bueno, qué se le va a hacer. Gracias por la intención.
—¿No quieres saber la buena?
De la noticia buena ya me había olvidado.
—Si claro —dije con fi ngida ansiedad.
Ya ni recuerdo qué me dijo, creo que fue algún dinero que me mandaba mi hermano, o cigarros, no sé, de verdad no recuerdo ni fue importante en ese momento. Nada pasaría, tendría que seguir detrás de un rifle, con un “de pie” a las 5 de la mañana, una carrera de 6 kilómetros, que el político de la
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unidad era un entusiasta de la maratón, y guardias casi 24 por 24, hasta que me dieran un día de pase en la semana, o un fin de semana al mes..., si se acordaban. 
Todavía no sé si el amigo de mi hermano hizo esto para ganarse puntos con él o para simplemente hacerse el duro, o de verdad
pensaba que podría ayudarme, esto último es lo que quiero pensar, igual mi hermano era marica y este tipo también, aunque muy tapiñado, o dentro del closet, como dirian ahora, pero cherna completo, a lo mejor se gustaban, no sé ni me interesa, yo me
quedaba jodío con el cambio de unidad y todo y ahora que conocía la unidad entendía por qué el tenientico apneico me había cambiando con tanta facilidad, seguro había usado mi lugar para algún favor.
Nos despedimos con un sincero apretón de manos, al menos de mi parte, siempre me había caído bien el amigo de mi hermano, y creo que yo a él, se montó en su lada pisicorre azul clarito, un carro de rango menor que el lada azul prusia con antenas de Alejandro pero todavía un lujo. Caminé hacia el albergue, no sabía bien qué hacer, quizás buscaría un machete, Mario se interpuso en mi camino.
—Asere, necesito que me hagas la media a un lao ahí.
—¿A dónde, cuándo?
—Al pueblo, hoy por la noche.
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—¿A qué? Yo no quiero fugarme hoy, tengo ron clavado en el albergue, mañana tengo guardia y no estoy pa la caminata esa.
—Ambia, mira, nos vamos a buscar una astilla. Tengo un negocito ahí que si se me da hay tremenda mascá pa to el mundo, pero necesito que me hagas la pala, acompáñame consorte.
—¿Qué negocio? ¿Por qué yo?
—Porque mira, tú eres serio, estás grandón y eres hombre, no vas a chivatear ni nada, y me caes bien.
—¿Y el negocio?
—Mira, te voy a decir, pero si no vienes, por favor no le digas a nadie. ¡Es marimba, yerba, cannabis, marihuana! —exclamó en un susurro mirando para los lados
— Esta gente la cultiva en su tierra, entre el maíz o qué sé yo qué y quieren moverla hasta El Vedado, yo les dije que tenía el transporte, ese es el único problema, que no lo tengo, pero la voy a llevar como sea, a pie, son quinientos fulas limpios de polvo y paja, te doy doscientos.
No pude aguantar la risa, a pie, qué tipo más bruto.
—Mira, yo tengo el transporte, le dije, pero me tienes que dar trescientos cincuenta dólares o no voy, que soy el transporte y el guardaespaldas.
—¡Tú estás loco!, ¡dos y medio!
—Chao pescao.
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Eché a caminar hacia mi machete.
—OK, OK, tres, tú ganas.
—OK, nos vemos en la noche.
En realidad no tenía ningún transporte, yo sencillamente le iba a pagar a un chofer de la unidad medio loco que por cien dólares era capaz de sacar un tanque de guerra para llevarnos a pasear al río,
que no sería la primera vez que lo hiciéramos gratis. Le ofrecería menos y no le diría lo que cargaríamos, tan sólo le ofrecería más dinero si preguntaba, que aquí ni los pinareños son come mierdas.

 El loco nos esperaba con el GAZ 69 del jefe, un todoterreno ruso, verde, tosco como todas las cosas que hacían los bolos, que por eso les decíamos bolos a los rusos, por lo tosco y redondo que lo construían todo. Eran cerca de las once de la noche, raro que el
jefe se apareciera por la unidad a buscar el “yipy”, (nombre con el que se conocen en Cuba los todoterrenos que se deriva de la marca Jeep),

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pero igual, cualquier cosa podía pasar, el carro lo habíamos empujado hasta la carretera, para no hacer ruido al sacarlo, el hp del político estaba en la unidad, y le gustaba recorrer los puntos de
guardia, nada más que para joder, para coger a alguien dormido y quitarle el pase. Mario no me dejaba tranquilo.
—No se vale compadre, no se vale, eso podía hacerlo cualquiera y yo encontré los puntos de la yerba.
—No podía hacerlo cualquiera, a ti no se te ocurrió, se me ocurrió a mí, le tengo que pagar al loco. ¿Tú crees que el va por amor al arte? Ya estate tranquilo y no jodas más.
—Puedo echarme pa’trá. Tú no sabes dónde es.
—Puedes hacerlo, yo no te pedí venir, puedes buscarte a cualquiera, pídele a Iván que te acompañe. No creo que quieras preguntarle a más nadie.
Me aprovechaba de la desconfianza que Mario le tenía a todo el mundo, se pensaba que la mayoría eran chivatos o pendejos que se rajaban con el primer apretón, creo que no le faltaba razón
muchas veces, sabía que Iván nunca aceptaría semejante propuesta, yo mismo la aceptaba por desesperación, por impotencia. También me aprovechaba de su admiración y odio por mí, no sé
de dónde venían, quizás de cuando trabajábamos en un túnel que se había derrumbado y levantábamos
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las pesadas vigas de casi seis pies de largo y dos cuartas de ancho,
de cemento fundido, con una soga y la fuerza humana, y el único que sabía cómo anudar la viga con seguridad era yo, así que el trabajo más suave era el mío. En un momento de descanso Mario me pidió le mostrara el nudo, estaba curioso de un nudo tan simple y tan
fuerte, un Ballestrinque, él ni sabía que los nudos tienen nombres. Inocente le mostré el nudo, pero sabiendo que no lo aprendería pues por la sencillez del nudo, lleva más de una sesión práctica para
dominarlo, él logró dar las dos vueltas y enredarse el brazo y se sintió seguro; en cuanto se terminó el descanso se dirigió al sargento mayor.
—Sargento. Yo sé cómo hacer el nudo y Yoandri se la ha pasado descansando allá abajo, hay que darle chance a otro, ahora me toca a mí. 
Y se deslizó rapidísimo por la pared de tierra del túnel. Le lanzaron la soga, ató la viga de más de trescientas libras, halamos y la soga acarició suavemente a la viga mientras el supuesto nudo se
deshacía.
—¡Mario, sal de ahí! Le gritó el sargento.
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—Espere sargento, ahora sí lo hago como es.
Trató de nuevo y de nuevo el nudo falló. Tuvo que salir a la segunda orden del sargento, para cederme el puesto que me había ganado por saber hacer un nudo de sólo dos vueltas sin ataduras ni nada raro.
Llegamos a casa de los guajiros del sembrado. Una casa de madera, despintada, con techo de fibrocemento, una puerta flanquea da por dos ventanas, un caminito de piedras, parecía el dibujo de un niño de primaria, lo único que no concordaba con el dibujo era la noche, casi siempre llevan un sol radiante en la esquina superior derecha del papel. Mario llamó, un guajiro grande y fuerte se asomó, entendí a Mario y su deseo de llevarme con él, pero este tipo era nosotros dos juntos y un poco del loco también.
—Pasa compay.
El guacho me ignoraba olímpicamente.
—Aquí está todo. ¿Tienes lo mío?
Dijo el campesino señalando la mercancía.
—Coge, cuéntalo.
Dijo Mario mientras le alcanzaba una bolsa que el guajiro vació sobre la rústica mesa y se dispuso a contar el contenido, dinero nacional, un bulto que se desparramó por un borde de la mesa. Sumó mil, equivalente a cien fulas en aquel entonces, Mario había usado su dinero para duplicarlo, con la otra parte nos quedábamos el loco y yo.
—¿Está bien?, preguntó Mario retóricamente.
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—Si, todo bien. Buenas noches. 
Se despidió el guajiro mientras desenfundaba el machete y lo ponía sobre los billetes improvisando un pisapapeles.
Las mochilas estaban cargadas pero no pesaban mucho, el camino de regreso se nos hizo eterno y parecía más oscuro, los ruidos potenciados, al menos para mí. La silueta del GAZ 69 comenzó a
dibujarse al final de la carretera contrastando con las tenues luces de una prisión que se encontraba cerca de la unidad, le silbamos al loco que arrancó el carro. Era una suerte que este GAZ tuviese motor
de arranque, no sé mucho de esas cosas pero algunos
de esos vehículos necesitaban ser arrancados con el “cranque” o empujándolos. Mientras nos acercábamos nos dimos cuenta que el loco no estaba solo, nos escurrimos hacia los matorrales al
lado de la carretera. La voz nasal y entrecortada del político llegó hasta nosotros.
—¿Qué tú hace tan tagde fuera de la unidá con el yipy del teniente coroné?
—Nada político —gagueó imperceptiblemente el loco— yo tengo que darle una vuelta al carro que se le descarga la batería y entonces no puedo ir a buscar al jefe por la mañana —disparó el loco la primera excusa que le vino a la mente.
—Dale, recoge que nos vamos de regreso —le dijo el político, inseguro de qué hacer, pues podía representar su acción un enfrentamiento con el jefe.
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—Jefe, todavía tengo que darle la vuelta.
—¡Que dale te digo!
Mario no podía dejar de mirar las siluetas de los dos hombres montándose en el carro y alejándose.
—¡Cojones, me cago en la madre del político un millón de veces! Gritó Mario levantándose y tirando la mochila contra el piso.
—¡Cállate comemierda, puede haber alguien más! Yo mismo no creía que hubiese nadie pero el quedarnos en el borde del precipicio sin vuelta atrás no me dejaba pensar claramente y opté por lo seguro.
—¡He botado todo el dinero que tenía! Se lamentaba Mario pateando la tierra.
—¡Estate quieto! ¡Déjame pensar cojones! ¿Tú no querías ir a pie? ¡Cállate la boca!
Silencio absoluto. Lo que pasó por la cabeza de Mario nunca lo supe ni me interesó, el se calló la boca. 
Cómo atravesaríamos la ciudad, cómo recorreríamos más de diecisiete millas ida y vuelta, con cuatro mochilas grandes llenas de marihuana tampoco lo tenía claro.
—Vamos a buscar al loco
—¿Qué?
—Dale, no perdamos tiempo, nos vamos a llevar la ambulancia y que salga el Sol por donde salga, le dije a Mario, sin saber bien lo que decía.
Corrimos, casi volamos la distancia que nos separaba del campamento, entramos por detrás,
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por donde imaginábamos nadie nos vería, escondimos las mochilas en unos matorrales y avanzamos encorvados hasta el albergue,
llamamos al loco…
—Loocooo —susurrábamos un grito— ¡Loocooo!!!
—¿Qué pasa Yoa? –Me respondió la cavernosa voz de Iván. El me nombraba Yoa.
—Nada mi socio, busco al Loco.
—¿Te pasa algo, necesitas ayuda? —me preguntaba Iván mientras se paraba y se acercaba a nosotros.
—No pasa nada mi socio, no te preocupes, vuelve a dormir.
—Ojalá pudiera. Tengo que hablar contigo.
—Cuando tú quieras mi socio.
—Dale compadre —dijo Mario– Deja la bobería con el pajarón este y con la novia, vamos a buscar al loco.
—Pajarón es tu madre Mario. —Replicó delicadamente Iván, sabiendo que Mario no tendría el valor de enfrentársele.
—Estoy aquí, cállense la boca, ustedes están locos. —Intervino la voz apagada del loco.
—Dale loco, vamo echando que tenemo una pila de kilómetro por delante.
Le planteamos el improvisado plan, el loco no puso reparos. Iván volvió a su litera, no quería ser parte de una fuga y mucho menos del robo de la ambulancia, era cerca de la medianoche. Para el
loco no fue problema echar a andar la ambulancia sin las llaves, debía haberse robado otros carros, evidentemente este no era el primero que hacía funcionar de esa manera. 
La ambulancia era un Van de color verde marca UAZ 3362, más conocida por Guasabita, debía ser uasabita, pero no es importante, con una sirena pequeña de color azul en el techo, casi imperceptible y una cruz roja sobre un cuadrado blanco a los lados.
Acomodamos las mochilas con la droga y nos agachamos en la parte de atrás junto a la carga, como si nos escondiéramos del enemigo entre arbustos, el loco manejó lentamente el vehículo, pareciera que el camino estuviera infectado de policías. Una vez que salió a la carretera aceleró, le pedí que observara todas las reglas del tránsito, que no corriera, que se esmerase, queríamos llegar sin problemas al Vedado, y un vehículo como ese en el barrio más céntrico de la ciudad, en la madrugada, no era frecuente. El resto fue simple, encontrar una dirección en el Vedado es fácil y yo me conocía
el barrio, dejar la carga, contar el dinero, Mario
¿Es el Vedado un sueño?...
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se aseguró de que no fuese falso, ni el loco ni yo conocíamos bien los dólares, los habíamos usado, cambiado, pero no los conocíamos bien, la posesión de esa moneda era ilegal y penada con privación
de libertad, Mario sí los conocía bien, lo suficiente para estar tranquilo con los que nos pagaron. Nos repartimos el dinero como acordamos y regresamos más calmados al campamento, llegamos como a las 3 de la madrugada, la ausencia del vehículo había pasado inadvertida al igual que la nuestra, todos dormían plácidamente, incluidos los reclutas en servicio de guardia, todos listos para la defensa.

© Manuel Villaverde, 2010
Todos los derechos reservados
ISBN: 978-1-934804-94-0
Library of Congress Control Number: 2010917476
www.alexlib.com/escalera 


¡¡¡El original tiene fotos, incluída la Guasabita, LOL!!!

Saturday, November 19, 2011

El triunfo de la voluntad. Castro, discípulo de Hitler



Después de haber leído "La Gestapo" hace miles de años atrás y haber visto recientemente "El triunfo de la voluntad", pasando por libros, películas y documentales entre el primero y el último, no dejo de sorprenderme por la cantidad de similitudes que existen entre la Alemania Nazi, Hitler y la Cuba Castrista y los Castro. La gran diferencia es que para Castro, la limpieza,  el orden y la prosperidad son todo lo contrario, y todos los cubanos somos judíos.

Wednesday, November 16, 2011

Una Escalera al Cielo. Capítulo 1ero. Dr Manuel Villaverde (Una colaboración a propósito de la reciente polémica de la Feria del Libro de Miami y Alexandria Library)

 Pongo a disposición de ustedes pasajes de un libro autopublicado por Alexandria Library. El autor nunca ha tenido la intención de participar en ninguna feria, su única intención es contar algo y entretener a sus lectores mientras muestra una cara de la realidad cubana que no es la más conocida ni por los mismos cubanos, haciendo uso del lenguaje vulgar de la época en dosis adecuada y regalándonos pasajes de meditación sincera sobre conflictos existenciales propios a todos y de cristalino lirismo. Pido disculpas a todos al publicar de forma aficionada y mutilada. Espero lo disfruten.
                                         PRINCIPIO
 Lo peor que podía pasar era lo que no quería, no sabía bien qué, si de algo estaba seguro era que no había nada peor que el Servicio Militar Obligatorio en Angola o Nicaragua, después de eso, el Servicio Militar Obligatorio peláo, más conocido como “El Verde”, sin salir de misión, eso era lo peor.
¡Imagínate tú que a los profesionales que cumplían “Misión Internacionalista”, en Angola o Nicaragua o donde fuera, les daban un carro o algo por el estilo!, ¡Puro lujo!, y el recluta maricón tenía que meterse el verde, la misión, el carajo y la vela por siete pesos al mes y felicidades si regresabas vivo.
Por eso mismo dije que no cuando me preguntaron si quería ir a una “Misión Internacionalista”, porque inmolarme por cualquiera no es mi estilo, mucho menos por un HP como el “Cara de Coco” y toda
su “filosofía barata” de salvar a los pueblos y los oprimidos, (parece que el pueblo y el oprimido era él porque es lo único que ha salvado)..., tremenda candela me busqué con eso de decir que no, pero a lo hecho pecho, que yo soy hombre de una sola palabra desde chiquitico. 
 El caso es que eso era lo peor, irte para el ejército, tres de los mejores años de tu vida desperdiciados en un campamento sucio, rodeado de oficiales frustrados, cuidando un almacén vacío pero que decían guardaba los cohetes rusos de los sesenta o aviones secretos o cualquier locura similar, comiendo un rancho con agua y algo más y algunas veces sal, saliendo de pase una vez a la semana y un fin de semana al mes, si se acordaban; pasar así tres años de tu
adolescencia o juventud.
Lo peor pasó.
El día era soleado, sin nubes, la temperatura del verano tropical se hacía menos insoportable con una brisa que parecía bailar al son de Lecuona (a quien no conocía en aquel entonces). 
Mi amigo no estaba, su madre agonizaba en un hospital después
de haber sido apuñaleada varias veces para robarle la cadena de oro y los zapatos, no tenía nada más de valor. El amigo de mi hermano tampoco estaba, ese me había prometido ayudarme con la unidad
militar, me dijo que fuera para otra diferente a la que me tocaba, que se lo dijera al guardia que asignaba las unidades, que me cambiara que él lo tenía todo arreglado.
El tipo que leía las unidades asignadas era un gordito cuarentón, colorado y con falta de aire a quien no le asentaba muy bien el uniforme, se parecía más a Cantinflas que a Napoleón (aunque mirándolo bien, a Napoleón tampoco
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le queda muy bien el uniforme). 
 Me encontraba parado en medio del patio de una antigua casa de familia, que ahora fungía de comité militar, una casa de arquitectura moderna de los cincuenta, con varias habitaciones, dos niveles, y este patio lateral donde nos apiñábamos casi un centenar de adolescentes desdichados, los que no pudimos entrar directamente a la universidad o nos faltó la suerte de tener un familiar influyente. 
El teniente resollaba y se enrojecía cada vez que terminaba seis o siete nombres. Nombraba la unidad y a continuación por orden alfabético, los asignados a dicha unidad. Yo no le prestaba mucha atención a nada, lo que me rodeaba me parecía ajeno, no
estaba allí, mi cuerpo era una presión constante contra mí, sentía que me desprendía pero el cuerpo no me dejaba ir, me agarraba duro, me apretaba dentro de sí, como si estuviese metido dentro
de un barril con mi forma, y se fuese cerrando, la visión se me hacía un tubo, a pesar de la luz del mediodía todo parecía en blanco y negro o rojo, y lo que el tipo decía era una estática, un ruido sin
sentido, pero de repente se hizo un silencio, la voz metálica y distorsionada rezongó algo familiar...
silencio..., volvía lentamente a mi cuerpo, a tomar posesión de mis sentidos, escuché el nombre de mi amigo saliendo de la disneica boca del tenientico:
—¡Arturo! ¡Tercera vez que lo llamo! ¡Si alguien lo conoce que le dé consejo, se va a meter en un lío!
—Yo lo conozco, es mi amigo. Su madre está muriendo, por eso no ha venido.
—¡Ese no es mi problema! ¡Si no se presenta le echamos los “Boinas Rojas” pa’ que lo busquen!
 ¡Cojones!, ¡Qué duro está eso! Pensé mientras volvía a mi ensimismamiento, aprendiendo, acostumbrándome enseguida a la bestialidad militar, no muy diferente de la civil, solamente encuadrada por horarios más rígidos y de una impunidad que crece de manera directamente proporcional con el grado militar, cosas que
descubriría luego. 
Mencionó mi nombre.
—Oficial, yo quiero que me cambie para la 2876
—La unidad que te toca es otra.
—Si es posible, quisiera que me cambiara.
—¿Tu eres loco o comemierda? Yo te cambio.
Sonrió, eso me dio mala espina, me había complacido sin mucho problema, bueno, ya había logrado el cambio, el socio de mi hermano lo tenía todo “cuadrao”, el conocía gente allí.
La guagua que nos llevaría a la unidad de entrenamiento, marca Girón Cinco, el cinco en números romanos, quizás para rememorar la falsa victoria en Bahía de Cochinos, era muy a propósito para cualquier remembranza de “logro revolucionario”, ese bus, más conocido por Aspirina, debido a su reducido tamaño y diseño cuadrado, feo, era un horno refractario, no podíamos recostarnos a los negros y duros asientos de plástico de lo calientes que estaban, me daba la impresión que si me recostaba, se me iban a pegar quemándome interminablemente, sin poder desencarnar la infernal materia. 
La brisa no bailaba ya, Lecuona había desaparecido, ahora ardía
una hoguera al ritmo de los Van Van. El chofer, un tracatán de los militares, se reía mientras iba nombrándonos para que subiéramos a la guagüita.
—¡Alejandro Rodríguez!
Llamó varias veces sin respuesta. Recordé quién era el tipo, a pesar del nombre común, Alejandro se llamaba, como buen hijito de papá identificado con el proceso y huele culo de Cara de Coco, pues
para el que no lo sepa, el segundo nombre o el nombre de guerra de Cara de Coco es Alejandro, como Alejandro Magno, y todos los hijos de Cara de Coco tienen nombres que comienzan con la letra A,
incluido el primogénito, que por segundo nombre lleva Ángel, que la A es la primera letra del alfabeto, y es que la megalomanía de Cara de Coco no tiene límites, hasta donde co nozco no se ha atrevido a
nombrar un hijo Adolfo, pero de muchos es sabida su admiración por Adolfo Hitler, aunque de seguro se sabe superior a este, pues se ha mantenido en el poder desde el cincuenta y nueve por el resto de
su vida, aunque las motivaciones de ambos son distintas la locura es similar y el resultado igualmente catastrófico para los de abajo, y este chama, como buen pichón de comunista arrastra’o, se llamaba
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Alejandro, en honor al César (y no quiero decir que todos los Alejandros sean eso ni se llamen así por el mismo motivo, "aclarar quiero para que a confundirse no vayan", pero muchos apapipios nombraron a sus hijos Alejandros, Ernestos y Camilos, sólo una
lamida de culo más, otros por pura moda).
Mi compañero de asiento me reafirmó lo que recordaba.
—El Alejandro ese es el que vivía al doblar de la escuela, que el padre es un pincho. Le pagó a no sé quién para que lo quitaran de la lista, parece que le robaron el dinero —dijo esbozando una
sonrisa que se convirtió en mueca cuando terminó
su idea—, igual el padre resuelve el problema.
Fue entonces que me percaté que ninguno de los “hijos de papá” habían sido mencionados, ninguno andaba por allí, pero no me había dado cuenta antes, debe ser porque no era la gente con
la que me relacionaba. 
No eran los alumnos más brillantes pues ni con el poder de los padres ni con el dinero podían obtener las mejores notas
en sus exámenes, el aprobado o el promedio era a lo que podían aspirar con sobornos y chantajes, los hijos de pinchos más gordos obtenían mejores notas, eso sí, algunos habían tenido el privilegio de
responder exámenes de ingreso a la universidad en la comodidad de su casa o el lujo de sus carros (que ya dije antes que los profesionales iban a la guerra sólo para tener el derecho de comprar un carro), y con las respuestas al lado, como los hijos del
fiscal que dirigía el circo Causa Uno. Entonces no se habían ganado la universidad por su esfuerzo o inteligencia, pero tampoco estaban aquí, en la otra opción. ¿Dónde estaban? En Varadero quizás.
El movimiento de la guagua generó una incómoda corriente de aire, que nos parecía mandada del cielo, para mitigar nuestro martirio
o para hacerlo peor, no sé, y las calles cubiertas por la copa de árboles creciendo a sus anchas en medio de la ciudad, levantando aceras y casas, penetrando cimientos, fosas, alcantarillas,
enredando cables eléctricos y destrozando fachadas, verdaderas espadas de Damocles esperando cualquier ciclón o tormenta tropical
para caer imperdonables sobre sus víctimas, las calles cubiertas por estos gigantes palacios de insectos, pájaros, reptiles y roedores, no eran tan calientes, y ahora los titanes carmelitas y verdes
no nos parecían tan amenazadores mientras aplacaban la furia del calor de agosto.
Cuando me bajé de la Aspirina en la unidad, fue como si me hubiese dejado a mi mismo detrás, como si hubiese mandado a alguien a representarme, y yo estuviese sobrevolando la escena. Nos formaron
en hilera, por orden alfabético, otra lista más, otra vez Alejandro y silencio.
Las hileras eran de diez reclutas, en número de tres hileras una detrás de la otra, treinta jóvenes
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en total, se repetían en el patio de la unidad en la medida que llegaban las guagüitas. Vino un guardia alto, grueso, de barriga tensa y mirada estrecha, piel tostada y una imperceptible pero incómoda
asimetría en la sonrisa.
—“Ya utede no son civile, ahora son recluta de la patria socialidta.” FIRRRMEEE!!!!!
¡Cojones! ¡Qué duro está eso! Pensé mientras
me sacaba de mi ensimismamiento el grito y alguien inoculándome una desconocida vacuna en el tríceps izquierdo.  
Nos llevaron a un almacén de madera, con una ventana abierta a un lado donde dos reclutas tenían libretas con nuestros nombres y
contaban uniformes, cascos, botas y cintos mientras se reían y nos llamaban “podridos”, nombre dado al que acaba de entrar al verde y le quedaban por delante tres largos años de servicio.
Un carro Lada, azul prusia, con cristales oscuros, un lujazo, frenó en el patio donde minutos antes las Aspirinas nos habían vomitado como comida descompuesta, mal digerida por el calor del verano.
Del auto se bajó un rubito pequeñito, con lentes de sol, de los que sólo venden en tiendas de dólares para extranjeros o pinchos, más conocidas como “Shoppings”, en el asiento de al lado del chofer
un tipo cuarentón y arrugas de sesentón, nariz curva y expresión de estar oliendo mierda, observaba tranquilamente. El rubito, delgado y grácil como una bailarina y al mismo tiempo desenvuelto y seguro como un agente 007, se acercó a los oficiales, mostrándoles unos documentos. Iván, mi vecino de asiento en el viaje (¿o debiera decir caída?), se me acercó.
—Mira, ese es el famoso Alejandro Rodríguez.
—¿En serio?
Fue todo lo que pude decir para alcanzar a oír cómo los oficiales le pedían disculpas al rubito por la confusión y la molestia de tener que viajar hasta la unidad, cita en el culo del mundo, mientras
tanto otro oficial se acercaba al carro para saludar militar y servilmente al avinagrado acompañante del rubito y nosotros nos cocinábamos en la fila esperando por los oficiales. 
Alejandro Rodríguez iba en la lista del ejército entre el nombre de Iván y el mío y fue tachado de la lista que tenían los burlones reclutas que repartían uniformes y que no entendían nada de lo que pasaba o si lo entendían lo asumían como normal, el orden natural de las cosas y así fue como quedamos juntos en la lista y el pelotón, Iván y yo, un tipo alto, de piel muy blanca, pelo rubianco y muy rizado y ojos de un color claro amarilloso, con facciones finas, raras, lo que llamamos un jabao, o lo que es igual, alguien con antepasados negros pero que sale blanco, un tipo que cargaba con un nombre ruso por un error, un accidente histórico, de padre soldador y
madre que “planchaba para la calle”, gente que sufrió la corrupción de un pasado y creyó en
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la bondad de un futuro que terminó por ser un interminable presente de sacrificios y escaseces inconmensurables pero ocultas a los ojos de todos, incluso prohibidas de mencionar por las propias
bocas que no se abrían ni para comer ni para protestar, probablemente como las de los reclutas burlones, ignorantes de todo o sumisos a la realidad, al “orden natural” de la vida, al quítate
tú pa’ ponerme yo y el mejor malo conocido que bueno por conocer, al miedo, la resignación o sabe Dios a qué, incapaces de protestar pero dispuestos a burlarse del semejante, probablemente lo único
permitido o imposible de prohibir.
Alejandro se fue al carro y partió haciendo realidad en ese segundo, el sueño de todos nosotros.
No lo vi más.
Después de probarnos el uniforme pasamos al corte de pelo. Los improvisados barberos, reclutas burlones, se tomaban muy en serio su tarea pero no tenían NPI (ni puta idea) de lo que hacían, los
lamparones en las cabezas de los podridos y las
islas de pelos, eran comiquísimos, yo me había pelado antes de entrar, con mi barbero de siempre, y no tenía que someterme a la inexperta tijera pero decidí hacerlo, el comienzo de una nueva
etapa requería un nuevo corte de pelo más acorde con la etapa por vivir. 
El resto del día transcurrió tranquilamente mientras nos acomodaban y nos daban instrucciones preliminares.
De Arturo no supe, el estaba en otra unidad, a la que yo debía haber ido en primera instancia, a Iván lo conocía de vista del Pre, nada más, a Mario nunca lo había visto. Un tipo bajito, con una rizada
melena castaña que sucumbió a la roma tijera de uno que parecía eyacular cada vez que cortaba un mechón del cabello de Mario mientras se reía suavemente, como disfrutando la mutilación, el
aguillotinamiento. Mario ya era algo distinto, su rostro había perdido el marco y su cara felina se agigantó, se desparramó, como si las nubes de la tormenta, al pasar, dejasen ver la montañosa isla en el horizonte.

© Manuel Villaverde, 2010
Todos los derechos reservados
ISBN: 978-1-934804-94-0
Library of Congress Control Number: 2010917476
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Las figuras públicas socialistoides y los impuestos

 Shakira, otra cara dura izquierdosa que engrosa las filas de esa maza de figuras públicas socialistoides que se llenan la boca con palabras...