Mordí los
barrotes y les rugí amenazas
que no podría
cumplir
pero
permanecieron impertérritos
(Mis afilados colmillos
de marfil
se mellaron
y poco a poco sus
agudas puntas naturales
se volvieron
romas)
Terminé
lamiéndolos y rogándoles
que me dejasen ir
pero se hicieron
los que no me
oyeron
Miraba mi
cuadrado de cielo
y mi paisaje
rayado
como esperando
que entonces
ellos con sus
fuerzas galácticas
me ayudasen a
escapar
Parece ser que en
algún momento
escucharon mis
ruegos
y una mañana
encontré
uno de los
barrotes suelto
Me escurrí como
una anguila,
mi ocre y
escamosa piel se rasgó
y como recuerdo
quedaron sus jirones
con un poco de mi
verde sangre
en el oscuro
metal de los barrotes
Corrí, nadé
libre, chapoteé
pude ver el cielo
estrellado
en toda su
circularidad
Busqué una hembra
y traté de atrapar
un redondo y
plateado pez
como la luna
pero mis romos
colmillos
no pudieron
retenerlo
y a las hembras
les extrañaba
la palidez de mi
piel
que debía ser
oscura y dura
Toda la vida
cautivo
tiene sus
desventajas
Comencé a
extrañar la jaula y pensé en volver
allí tendría
comida, a veces,
y los barrotes me
resguardarían,
más o menos,
de la mitad del
frío y de machos hambrientos
hasta que me
tocara el turno
de ser convertido
en cartera
y pienso para
vacas,
pero las patas me
pesaban
y el aliento me
faltaba
Nadé hasta un
remanso donde el reflejo
argénteo de la
luna se confundía
con mi piel
anémica,
cerré los ojos y
esperé