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En este futuro decadente en que vivimos,
tenemos aparatos que lo miden todo y computadoras que lo saben todo y lo que no
saben lo inventan. Somos capaces de volar entre huracanes y aterrizar en Marte,
mirar televisión en el teléfono y conectarnos instantáneamente con el otro lado
del mundo, a donde se fueron los parientes y amigos que en este lado no se
sentían bien. Ahora somos capaces de cosas inimaginables 100 años atrás y con
nuestra intrínseca mitomanía e hiperbólica naturaleza, estamos viviendo, hoy
más que nunca, el fin del mundo, las tormentas más fieras, los veranos más
tórridos y las extinciones más masivas, (los dinosaurios tan sólo son una
leyenda de los libros de texto), antes los culpables eran los pecadores de la
carne, hoy los pecadores de la avaricia, alguien tiene que ser culpado. Antes
las tormentas pasaban y nos refugiábamos y luego volvíamos a lo nuestro
esperando que no pasara la próxima, hoy la tormenta pasa y se une a otra
tormenta y no es una tormenta, no, es LA TORMENTA PERFECTA, y la seguimos en la
tele y el radio, y sabemos que a Samuel se le inundó la casa y a Laura se la
llevaron las olas y nos asombramos y rezamos porque estas cosas nunca antes
habían pasado y lo cierto es que nada es eterno y la muerte es segura,
incluyendo el fin del planeta que no veremos ninguno de nosotros pero sólo si
mantenemos a los psicópatas lejos de las armas atómicas y a los políticos apartados
del poder y cada día es más dura la tarea.