Tener una Mata de Mangos en Cuba lo mismo podía ser una bendición que una maldición. Una de las frutas más ricas del mundo entero, según mi gusto, cuyo nombre proviene de la lejana India y que cuando llega su época, adorna los árboles despertando las ansias de su dulce e insuperable sabor en todos.
Algunas abuelas nos alertaban de no comer mangos antes de la primera lluvia de Mayo, podía darnos Tifus y en realidad, no les hacíamos mucho caso, en cuanto aparecían los primeros frutos, nos disponíamos a tumbarlos y comerlos, incluso antes de que maduraran. No sé si por el gusto de buscar y recolectar la comida, por lo deliciosos que son los mangos o simplemente por hambre, lo más probable que fuese una mezcla de todo. Lo cierto es que nos armábamos de piedras y palos y de coraje para brincar cercas, desafiar perros, policías y conquistar los mangos trepando en las matas o simplemente lanzando nuestros rústicos proyectiles contra los frutos, poniendo en peligro las ventanas de cristal de las casas y las cabezas que estuviesen cerca.
Algunos dueños preferían tumbar las frutas antes que nosotros, otros elevaban las cercas, otros soltaban perros o trataban de amistarse con los muchachos prometiendo mangos una vez que maduraran, al final, todas las tácticas eran inútiles, cuando llegaba la época de mangos, nada iba a detener a una pandilla de mocosos cargados de piedras y palos rondando la Mata de Mangos como abejas alrededor de la miel.
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